miércoles, 21 de octubre de 2015

037 – Diciembre del 2001




Había llegado el momento que Rosario había anticipado y en ese momento estaba seguro que muchas cosas podían salir mal. Además, ¿qué se esperaba que yo hiciera? Sus palabras sonaban en mi cabeza como si hubiesen sido el propósito primordial por el que yo, Quike Fibel había viajado a través del Gris y los Planos Elementales para “caer” de alguna forma en La Tierra, y más precisamente, en Argentina.
Muchos me dirán que soy un alarmista, y que ese era sólo un evento de muchos otros que podía vivir, y quizás tienen realmente razón. Pero en ese momento, era difícil que me dejase de sentir de esa forma.


El lunes 9, llegué a Buenos Aires, y me alojé en un hotel cómodo y bastante familiar de Belgrano. Quería estar al pendiente de las noticias, así que me contacté con Fernando Alvarado, quien estaba ejerciendo como periodista en un prestigioso diario oficialista.
– Pelado, estás igual, estás. – me saludó cuando nos encontramos en un café de la calle Santa Fe. – ¿Cómo diablos hacés para que no se te noten los años? – continuó a modo de broma, pero realmente estaba algo desconcertado. La última vez que lo había visto, él estaba saliendo de la secundaria hacía unos 15 años atrás, y yo que había sido su profesor de Ética y Formación Profesional, le estaba entregando la mención de honor del colegio. La verdad que los años lo habían ensanchado hacia los costado y hacia adelante.
Hice una mueca – Ejercicios y mucha agua. Pero veo que mi consejo te llega un poco tarde. – dije y la risa se me escapó sin poder controlarla. Fernando se encogió de hombros y sonrió. – El matrimonio me ha marcado la cintura. ¿Pero qué es tan importante y secreto, profe, que no me quisiste decir por teléfono? – la profesión también lo había marcado.


Comencé a explicarle lo que había visto en ese año, muchos pequeños detalles en eventos alrededor del Mundo que tenía un único protagonista. Artelex. Mis sospechas eran en ese momento, que también estaba influenciando en la crisis que había comenzado en los meses pasados y de alguna forma había desencadenado el quiebre económico de noviembre con la “Fuga de capitales”.
Quizás cualquier otra persona, hubiese tomado estas referencias como algo casual o de poca importancia. Pero Fernando se interesó desde el primer momento. Le mostré algunas fotos y fotocopias de diarios que había conseguido en el último tiempo con los pocos recursos y mi casi nulo acceso a internet.
Los días siguientes no fueron tranquilos, el país había comenzado a perder la paciencia, como Rosario me había anticipado, así que nos dedicamos a la investigación de todo posible evento. Aún no tenía claro que era lo que yo podía hacer, pero llegado el caso, no podía darme el lujo de actuar sin conocimiento.


El miércoles 19 fue el día que todo se rompió. La gente salió a la calle espontáneamente, con cualquier cosa que hiciese ruido y de a poco fueron agrupándose en distintos puntos de las ciudades. Esto sucedió en todo el Territorio Nacional. En todo el tiempo que yo llevaba registrando eventos en este país, nunca había visto algo por el estilo.
Estando en el centro de Capital Federal, lo sentí aún más. Se veía que no había un cabecilla con quién el gobierno podía parlamentar y era muy evidente que eso ya estaba lejos de cualquier posibilidad. Y ahí estaba nuevamente el dejà vu de ver la gente levantarse en contra de un gobierno que los exprime al punto de no aguantar más y levantarse a luchar.
Pero así como había gente que protestaba por lo justo, y su reclamo era totalmente válido, vi aquellos que rompían vidrieras sólo por vandalismo. Y como es sabido, esa violencia, sólo atrae y desencadena más violencia.
Con Fernando nos dirigimos al Obelisco, pues sabíamos que la gente intentaría agruparse en ese lugar. Fueron intensas tres horas de gente gritando y pidiendo con una sola voz que “se vayan todos”.
Los saqueos en todo el territorio del país hicieron aún más peligrosa una situación ya inestable, y el Presidente declaró en Cadena Nacional el Estado de Sitio.


En toda esta conmoción, no había visto señales de Artelex, y comenzaba a pensar que había equivocado la interpretación de las predicciones de Rosario.
Los manifestantes seguían en las calles y la noche no parecía detener ni amedrentar el canto que siguió por horas, aún bajo el Estado de sitio.
Mientras nos movíamos hacia la Plaza de Mayo, se unieron a la marcha mucha gente con insignias de movimientos políticos, que quizás estaban esperando este tipo de oportunidad para manifestar descontento o causar aún más conmoción. Ahí sentí su presencia, y miré en todas direcciones como si mi vida estuviese en peligro, aunque sabía que no lo estaba.
– No sé qué estás haciendo aquí, Extranjero. Pero no perteneces a este lugar y con gusto puedo volverte a tu Desierto… – me dijo desde mis espaldas, y sus palabras me hicieron sentir un escalofrío recorrer mi espina dorsal. No podía detener el paso, pues la multitud seguía su marcha forzada. Giré sobre mis hombros y lo vi parado en medio de la calle, con una sonrisa espeluznante en el rostro. –… hoy correrá sangre. Está hecho. – dijo en mi cabeza, y los ojos de los portabanderas brillaron en la penumbra de las calles poco iluminadas.

Quizás algunos de los que lean este episodio se sientan identificados, y quizás también estuvieron presentes en los eventos de Diciembre del 2001. Mis respetos a aquellos que dijimos y sostenemos en algún punto la necesidad de un cambio rotundo.

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