viernes, 12 de junio de 2015

024 – Asumiendo Responsabilidades


Esto había resultado peor de lo que había planeado. Al llevarla de regreso a su casa, el silencio había sido más doloroso que las balas.
Por un momento la miré cuando viajábamos en el taxi, y tuve la sensación que ella sabía todo desde el principio. Pero no me animé a preguntar.
- ¿Estas bien? - salió de mi boca, y era obvia la respuesta. Solo me miró, y no pude preguntar más.

El camino se me hizo largo e incómodo. Había peleado con criaturas que muchos ni siquiera se podrían imaginar, enfrentado peligros mortales, pero nada se compara a la impotencia que se siente cuando alguien que quieres te cierra las puertas.
¿Que debía hacer? Era algo que tenía que decidir con urgencia, pero algo tenía seguro, y era que no quería lastimarla más, ni mucho menos que alguien la lastimase por mi culpa.
- ¿No me vas a decir quién sos? - me preguntó, e intenté calcular las cuadras que faltaban para llegar a su casa, solo para evitar la respuesta. Pero no soy un cobarde y ella ahora tiene derecho a saber.
- Creo que tengo derecho a saberlo - se anticipó. Solo asentí con la cabeza.
- Es largo de contar... Pero si tienes tiempo... - seguía pensando que no era una buena idea contarle todo. Por ahí tampoco lo entendería.
- Tengo todo el tiempo del mundo - su firmeza me puso en alerta, como cuando Sara quería pedirme algo, sabiendo de antemano que no podría negarme. No lo hice.

Entramos en su casa y el perfume a flores suaves lleno mis pulmones. Ella cerró la puerta detrás de mí y se sentó en el sillón de entrada y me clavó la mirada.
- Si no sabés por dónde empezar, puedo preguntar - parecía La Inquisición. Moví la cabeza de lado a lado.
- Yo soy extranjero - comencé. - llegué a la Argentina en los primeros años de inmigración y no he podido regresar a mi tierra desde entonces. - su rostro mostró extrañeza, pero fue como si estuviese calculando la edad. No pude evitar una sonrisa. - son muchos años, por eso la historia me resulta tan fácil. Porque la he vivido.
- El por qué sigo vivo, me gustaría guardármelo… pero seguro que insistirás en que te lo cuente, así que te lo demostraré - cerré los ojos y unos cuantos adornos comenzaron a flotar en el aire. Abrí los ojos para ver su reacción. No dio crédito cuando el atizador voló desde la estufa para clavarse en mi brazo. Atinó a quejarse, pero no le di tiempo a hacerlo, apreté los dientes, retiré el hierro de mi brazo, y la herida comenzó a cerrarse.
- ¿Utilizas algún tipo de magia? - pregunto intentando razonar lo que había visto. - en el Museo no entendí que había sucedido. Ellos eran muchos y estaban armados - continuó.
Me tome mi tiempo en explicarle lo sucedido: su secuestro, aquél hombre tan peculiar y la petición del libro, tan insistente. Aunque para mucha gente esto sería parte de los libros de fantasía y nada más. Además, en este punto no estaba seguro que era lo que pretendían. Si era a mí o el Libro, lo que querían.
- Estoy consciente que si te relacionas conmigo, podrías estar en peligro. Así que entendería perfectamente si no quieres verme más - había ensayado esta frase bastante cliché mil veces en mi cabeza, y había ensayado todas las posibles respuestas.
Jimena me sorprende la mayoría de las veces.
- Creo que no quería creerlo - me dijo y se dirigió a la cocina. El silencio siguiente era lo único que no había ensayado.
Seguí sus pasos, sobre todo para saber si estaba bien. Al entrar, intentó ocultar sus lágrimas y secó las últimas con la manga de su camisa.

- Esto es totalmente mi responsabilidad. No creí que ese tipo fuese a usarte, pero… - No dejó que terminase la frase, y la interrumpió con un beso. Esto tampoco lo había planeado. Un par de veces me lo había imaginado, pero definitivamente quedaba en el plano de la fantasía. A veces Jimena me hace acordar a los bardos de mis tierras, que no importa que maniobra estés pensando usar en una pelea, siempre se las ingenian para agarrarte mal parado.



Fue sólo un segundo, pero vi sus ojos tomar esa tonalidad amarilla, y en mi interior maldije ese momento. ¿¡Por qué no me di cuenta!? ¿Por qué no lo vi venir? Las venas de su cuello se pusieron oscuras, y yo sabía que significaba.
Puse mi frente sobre la suya y absorbí sus emociones. Estaba sufriendo. Su cuerpo completamente paralizado, su lengua entumecida y su rostro contraído. Su vaga respiración no duraría mucho.
Abrí mi mente, y escuché la voz carrasposa y malsana – Pobre niña, la culpa la vuelve a tener Quike. Verás, él tiene algo que me pertenece. Y tú se lo pedirás por mí. O sino: ¡Te mueres ahora mismo! – reconocí aquella voz. La misma oscura figura que había enfrentado algún tiempo atrás.
Imaginé aquel bastión de recuerdos, mi vieja casa del barrio mercante. Mi fortaleza, mi pequeño paraíso. Mi voluntad es fuerte ahí: tan fuerte que puedo compartirla.

En su mente, Jimena vio todo el esplendor de mi refugio. – Aquí ya no te puede hacer daño – le dije. Su rostro volvió a la normalidad, su cuerpo se relajó y respiró con tranquilidad.


Después de 8 años de inactividad, vuelvo a escribir. No voy a prometer fecha para las próximas entregas, pero sí pueden seguirme en Twitter @MirkoemirR o por facebook, como gusten.¡¡Gracias a todos por el aguante!!

4 comentarios:

Unknown dijo...

Welcome back! Seguí dándole ese toque enigmático a tus historias ;) pero sobre todo... seguí escribiendo!

Unknown dijo...

Welcome back! Seguí dándole ese toque enigmático a tus historias ;) pero sobre todo... seguí escribiendo!

Yoly dijo...

asumiendo responsabilidades...
la valentía, el entusiasmo, la confianza, del actor de la historia, es seguridad es sencillo decirlo pero el vive con una idea de colocarle magia a sus deseos, donde todo se puede. lo que quiere lo consigue, y tal vez sea pura suerte que se den las cosas como quisiera sin pensar en lo que sucedera.. .

Unknown dijo...

Finalmente llegué al tomo II! :P Ahora a ponerme al día!