No hay una forma simple de
explicar cómo o qué son, este tipo de criaturas, y en ese momento pensé por un
instante en la sanidad mental de mis compañeros.
Miré a Pancután y vi una gota de sudor seguir la línea de la patilla hasta su mentón, un poco menos prominente que su nariz. Aun así, no se le movía un músculo.
Miré a Pancután y vi una gota de sudor seguir la línea de la patilla hasta su mentón, un poco menos prominente que su nariz. Aun así, no se le movía un músculo.
El Señor Mago, es uno de los
más poderosos Kaisharga de mis tierras. Psíquico y mago al mismo tiempo, su
presencia aterra a cualquiera que lo vea. Benjamín y Pancután sintieron esa
fuerza emanar de la criatura y vi el esfuerzo que estaban haciendo para superar
ese miedo.
La criatura se retiró la capucha un poco hacia atrás para dar más dramatismo a la escena. Su rostro era pálido, un poco arrugado, de cabello desgreñado y oscuro, pero no me pareció de apariencia sobrenatural, salvo por su boca un poco deforme.
Pasó su mano delgada y casi huesuda por frente de su cara y quitó un velo ilusorio que escondía su apariencia real.
La temperatura de la habitación bajó drásticamente. El espejo en un costado se empañó y los muebles se llenaron de escarcha.
Su piel reseca y llena de moretones por varios lugares, le daban un aspecto grotesco pero impactante. Sus ojos hundidos en sus cuencas, completamente negros, salvo por una pequeña pupila amarilla. La boca sin labios, permitía ver claramente una fila puntiaguda de dientes manchados.
La criatura se retiró la capucha un poco hacia atrás para dar más dramatismo a la escena. Su rostro era pálido, un poco arrugado, de cabello desgreñado y oscuro, pero no me pareció de apariencia sobrenatural, salvo por su boca un poco deforme.
Pasó su mano delgada y casi huesuda por frente de su cara y quitó un velo ilusorio que escondía su apariencia real.
La temperatura de la habitación bajó drásticamente. El espejo en un costado se empañó y los muebles se llenaron de escarcha.
Su piel reseca y llena de moretones por varios lugares, le daban un aspecto grotesco pero impactante. Sus ojos hundidos en sus cuencas, completamente negros, salvo por una pequeña pupila amarilla. La boca sin labios, permitía ver claramente una fila puntiaguda de dientes manchados.
Me da gusto que hayan venido
a entretenerme, Señores... – dijo con esa voz carrasposa, y pausada, como
marcando cada palabra. –… odien a su compañero, que los ha arrastrado a las
garras de la Muerte – continuó mientras me señalaba con su huesudo dedo índice.
Se relamió los dientes deformes.
Turum, turum… turum, turum,
turum. Turum, turuuum. – escuché tararear a Pancután. Y no pude evitar sonreír
con la ocurrencia. – Bue! Estoy nervioso – se excusó. Al no-muerto no le agradó
nada que lo sacara de su contexto del malo peligroso.
Elevó su mano izquierda a la
altura de su hombro haciendo un dibujo en el aire, sin dejar de señalarme con
la derecha. -… porque si me deshago de él ahora, ustedes serían alimento para
más tarde. Ya me ha cansado la dieta insulsa de animales cocidos que me dan en
este hotel – continuó. Y un segundo después agitó su dedo índice, y una pequeña
nube verde apareció alrededor de su uña. Conozco el hechizo, ya me lo han
lanzado en el pasado, y sé muy bien que si me toca con eso, no contaría un
nuevo cuento, así que mi reacción fue instintiva. Deslicé mi mano de lado a
lado y frente de mí el aire fue cortado por una barrera invisible.
Aunque no estaba seguro si mi barrera me protegería realmente del conjuro, decidí zambullirme detrás de un sillón a un par de metros delante de mí, y vi las maderas de la escalera de la entrada, pudrirse al ser golpeadas por el hechizo.
Aunque no estaba seguro si mi barrera me protegería realmente del conjuro, decidí zambullirme detrás de un sillón a un par de metros delante de mí, y vi las maderas de la escalera de la entrada, pudrirse al ser golpeadas por el hechizo.
Pancután sacó su subfusil al
momento que tarareaba a viva voz – ¡Naana nana nanaaa-a-a narana nana! – su ojo
derecho se achicó como si hiciese foco, pero ni siquiera apuntó cuando abrió
fuego contra la criatura. Las balas deformaron la mesa de madera enfrente del
no-muerto, algunas le dieron de lleno en el ropaje oscuro y pesado que vestía.
Pero no pareció afectarle.
Cuando me enderecé para
mirar nuevamente la escena, ya Benjamín había corrido con su espada japonesa
sujeta con ambas manos e hizo un corte perfecto de arriba a abajo y derecha a
izquierda, pero lo único que logró cortar fue parte del manto.
No podrás hacerle daño con
un arma normal, necesitas armas especiales para eso – grité, y lamenté un poco
mi descuido. Algo que nos podría costar la vida. Saqué mi cimitarra de la
pequeña bolsa de cuero y estaba a punto de lanzársela cuando vi al Señor Mago
mover su mano circularmente en dirección a Ben, y el cuerpo del muchacho siguió
el movimiento que había dibujado la criatura, girando 360º en el aire. Otro
ademán con la mano y lo tiró contra el televisor colgado en la pared. Ambos se
desplomaron al piso.
Quike, está muy frío acá,
los huesos me duelen. Nos vendría bien un poco de calor – dijo Pancután
mientras sacaba una pistola casera bastante extraña. Acomodó una manguera que
salía de la culata del arma y se metía en su mochila, presionó un pequeño botón
rojo en un costado del caño y una chispa encendió el lanzallamas. Una sonrisa pícara
se dibujó en su rostro.
El Kaisharga se anticipó al
movimiento. Dibujó algo en el aire y agitó ambas manos hacia atrás y luego
hacia adelante, y señalando en ese movimiento el lugar donde Pancután estaba
parado. Reaccioné justo a tiempo, me imaginé un escape que nos alejara de la
zona del impacto, apoyé mi mano en la pared más cercana y tomé a Pancután del
brazo. Una puerta acuosa apareció al extremo de mi mano. Otra puerta se abrió
en la pared detrás de la criatura al otro lado de la habitación. Sin demora
entré por la primera arrastrando a Pancután conmigo, y salí inmediatamente por
la segunda. Vi la bola de fuego explotar contra la escalera donde habíamos
estado parados un segundo antes. Pancután no se dio cuenta de lo que había
sucedido, o tal vez sí, y no le importó. Presionó el largo gatillo de su arma y
un chorro continuo de fuego bañó al no-muerto por la espalda.
Su piel se chamuscó
levemente, pero hizo enfadar a la criatura que giró para enfrentarnos. Hizo los
pasos necesarios para llegar hasta Pancután que aún mantenía el gatillo del
lanzallamas apretado con todas sus fuerzas. El Kaisharga continuó avanzando.
Alzó su mano derecha y con un revés, que dio en las mandíbulas de mi compañero,
lo lanzó por los aires hasta golpear contra una cajonera al lado del espejo de
pared. El golpe le abrió una herida en la ceja izquierda, de la cual comenzó a
emanar mucha sangre. El lanzallamas encendió las maderas de la cajonera rota y
el piso de machimbre.
Entonces vino a por mí…
Entonces vino a por mí…
Es mi intensión mantener este ritmo de post. Como todo, es cuestión de práctica y ganas. Síganme en Twitter @MirkoemirR.
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